Cada uno de nosotros tenemos nuestras propias promesas rotas, aquellas añoranzas que hoy son hechos sin cumplir, sueños que están en remojo y otros a los que ya hemos renunciado, tal vez por sentirnos demasiado viejos o por no contar con el tiempo o el dinero suficiente, siempre buscando alguna excusa para no movernos, quedarnos adormecidos en el tiempo, tal vez estáticos; eso hace parte de nuestra condición pues el ser humano siempre vive plácidamente dentro de su zona de confort.
Hace casi seis años todo lo que conocía cambio, el Universo conspiró para poner mi mundo al revés, mentiría si les dijera que actualmente tengo todo cuanto deseé, desde el amor de mi pareja hasta un buen empleo, la verdad es que fue tan fuerte la sacudida que mi vida quedo patas arriba y hoy trabajo constantemente para regresar a mi cauce, yo también he sentido esos vacíos en el alma que te tumban a la cama, solo que ya no puedo quedarme estática porque felizmente llego a mi vida Juan Sebastián, mi ángel de amor, y aunque su llegada trajo a mi vida aprendizajes desde el dolor, no por él sino por mis propias decisiones y el padre que él eligió, es mi bendición infinita, quien me enseñó a respirar y confiar.
Ambos fuimos sintonizados cuando yo tenía siete meses de embarazo, la energía que transmitía durante las sesiones de trabajo era realmente mágica, tanto que yo me sentía en una fábula escrita por alguien de corazón noble y poderoso. Mi hijo es lo más bello, despierto, inteligente, feliz y cuando miro esos ojos que brillan llenos de inocencia trato de recordar en qué momento perdí esa pureza, paz y dulzura con la que todos nosotros nacemos, deseo en el fondo de mi corazón que él conserve su dulzura, su capacidad de asombro, su transparencia, su autenticidad, pero sobre todo, su determinación y ternura, después recuerdo que no soy yo quien puede vivir la vida por él o tomar todas las decisiones que lo involucren, pues si bien es cierto el universo lo trajo a mi por alguna razón, sólo me lo ha prestado por un ratito.
Algunos estudiosos afirman que es el alma quien elige a sus padres y ocupa itinerantemente su cuerpo físico a partir de los tres meses de gestación, sabe dentro de su infinita sabiduría qué es lo que necesita aprender y cuál es la razón por la cual desciende nuevamente, lo hace en el tiempo perfecto y en el momento justo, aunque muchas veces los futuros padres sintamos no estar preparados, por lo que en aquellos momentos de silencio en donde percibo su amor profundo y su presencia inconfundible me detengo, escucho su latir y el mío propio y le pregunto, ¿para qué yo bebé hermoso?, ¿qué es lo que puedo darte?, ¿qué es lo que quieres de mi?, confío que el tiempo me lo dirá, ahora mi única misión es amarlo incondicionalmente, estar presente sin abandonarlo de ninguna forma y entregarle todo lo mejor de mi, acompañar sus pasos durante este recorrido, ser su sostén, su bastón, permitir que tome lo que debe tomar a nivel energético de sus ancestros y recordarle que es un ser abundante desde que fue concebido, porque todos nosotros así lo fuimos.
Hoy desde el fondo de mi corazón sentí la necesidad de contarles algo de mi historia personal porque es el testimonio más claro y cercano que tengo respecto a lo que es el amor verdadero, ese sentimiento que genera en ti un hijo es indescriptible, puro, real, no necesitas cuantificarlo para saber que existe y la manera en que cada uno de nosotros amamos a nuestros descendientes es la forma en que el Universo nos ama, somos hijos de la divinidad, la expresión más perfecta, provenimos de él-ella y regresaremos a él-ella, sólo que lo olvidamos en el camino. No vinimos a esta tierra a sufrir, por el contrario, vinimos a amarnos los unos a los otros, a perdonar todo aquello que debamos perdonar, a entregar las cargas que no nos corresponden, a liberar y purificar nuestro espíritu, en conclusión, a ser felices.
Entonces, ángel en la tierra, tú mi estimado lector, te invito a que desde este momento te aferres a tan profundo sentimiento, deja de buscar fuera de ti lo que yace dentro, recuerda que no estas sólo, que el sufrimiento es una elección, que todo pasa y que todo aquello que ocurre en nuestras vidas, aunque no sea tan cálido y maravilloso, tiene una razón de ser, por algo decidimos encarnar, algo vinimos a aprender, de ti depende que ese proceso sea benévolo y lleno de risas o por el contrario algo tortuoso.
Los ángeles siempre están a tu lado, si se lo permites ellos intercederán y te apoyarán, siempre te están dando señales, tú eliges acogerlas o no, estás bien dotado pues cuentas con tu intuición, aunque muchas veces prefieras escuchar “te lo dije”; confía en ti, pero sobre todo recuerda que mereces lo mejor porque eres hijo de Dios, Padre Celestial, Universo o como tu le llames. Eres hijo de Dios y “MERECES” siempre lo mejor.
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